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...de la Plaza Circular a San Petesburgo

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Así es la vida, nunca sabes qué te va a tocar, o dónde vas a terminar. Yo estuve desde los 6 años hasta los 23 haciendo (casi) el mismo camino, desde mi casa hasta el Colegio San José, primero, y luego hasta la Facultad de Derecho. De la Circular a la Plaza Santa Cruz. Unos 10 minutillos, si respetas los semáforos (que para eso los han puesto, claro).
 
Son los años en que se forma tu personalidad, y donde se decide qué quieres ser en la vida. Yo quería ser abogado, y eso estudié al terminar en el colegio. Cambiar del “cole” a la “uni” es bonito, dejas atrás gente, amigos, y se abre ante ti otro mundo.
 
En ese mundo estaba yo, cuando un compañero de clase, de cuyo nombre sí quiero acordarme (Eduardo) me dijo que hacían falta monitores para la catequesis de Confirmación de la Parroquia (del Inmaculado Corazón de María, sita en la Plaza Circular, 10).
 
¿A qué dedicó el tiempo en Rusia? Cuando el curso académico está en marcha, doy clases de Derecho Canónico y de Moral Social de la Iglesia en el Seminario Católico “María, Reina de los Apóstoles” de San Petersburgo. En el Seminario hay unos 20 seminaristas, de toda Rusia. De hecho, los tres Claretianos que estamos en esta Comunidad damos clases allí.
 
Los sábados por la tarde, celebramos la misa en español en una de las 5 parroquias de la ciudad, la de Santa Catalina de Alejandría (pulsa aquí para ver su fachada). La compañía es pequeña, pero seria. Entre latinos, rusos que saben español y rusos que no hablan la lengua de Cervantes, pero les gusta el ambiente de una comunidad pequeña, seremos unas 25 personas. Celebramos en la capilla pequeña de la iglesia (se puede ver aquí).
 
Desde hace unos años, doy clases de español en el Centro Adelante. Es bonito empezar con un grupo que no sabe nada, y a los 4 meses, ver que pueden defenderse en las cosas de la vida. Algunos siguen varios niveles, y acabamos hablando solo en español.
 
La ciudad es bien bonita. En realidad, tenemos dos ciudades, una en invierno, y otra en verano. Con el frío, llega la oscuridad. Desde las cuatro de la tarde hasta las diez de la mañana está oscuro. Y si hay -20º, apetece poco salir. A partir de finales de mayo, tenemos las “Noches Blancas”, así que hasta las dos de la mañana hay claridad. Todo cambia. El sol brilla, y las cúpulas de las iglesias ortodoxas brillan resplandecientes.
 
En el camino hasta aquí, un largo proceso de discernimiento y de buscar la voluntad de Dios para mí. Después de un tiempo hablando con el P. Marciano sobre mi vocación, todo empezó en Los Negrales, Madrid, dos años. Siguió luego Loja, donde hice el Noviciado, un año. Después, cuatro años en Colmenar Viejo, con la primera profesión el año 95, y la profesión perpetua el año 1999. Luego, dos años más estudiando Derecho Canónico en la Universidad Pontificia Comillas, en Madrid, viviendo en Colmenar. El 7 de mayo de 2000 me ordenaron como diácono, y el 17 de marzo de 2001, como sacerdote. En septiembre de ese año me vine para Rusia.
 
La lengua fue un obstáculo el primer año, pero no es insuperable. Más fácil, desde luego, que el chino o el japonés. Aquí hay alfabeto. El frío se puede llevar (no hace frío en Ávila o en Soria, vaya). Y queda la gente, quedan las confesiones y las charlas con muchas personas que, gracias a Dios, han podido poner en orden su cabeza y son ahora un poco más felices. Por ellos merece la pena estar aquí. Por muchos años, si Dios (y los Superiores) quieren.


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