Evangelio 29 de Marzo
Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):
En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»
Reflexión
Os 6,1-6: Quiero misericordia, y no sacrificios.
Lc 18,9-14: El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.
En muchas personas religiosas es frecuente la tentación de poner al centro de la
vida espiritual al ego, revestido de falsa humildad y piedad: “¡Oh Dios!, te doy
gracias, porque no soy como los demás”. Si nos sentimos superiores, siempre los
veremos con desprecio. Cuando nos ponemos a nosotros mismos, o nuestras obras,
como referentes para los otros, estamos desplazando a Dios de su centro y
nosotros ocupando su lugar. Jesús elogia la “conciencia de sí” del publicano que
decía: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”. Esa conciencia le valió bajar
justificado a su casa, el otro, en cambio, no. La salvación es gracia, no podemos
fiarnos de nuestros méritos. A Dios no se le puede extorsionar