Evangelio 27 de Diciembre

El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó

Comentario

La celebración de ayer nos causó extrañeza al contemplar el testimonio de Esteban. Hoy la liturgia nos presenta a la figura incomparable de Juan Evangelista, el testigo de la resurrección del Señor. Dos cunas se relacionan mutuamente: el pesebre y el sepulcro. Humillación y glorificación, nacer y renacer, vida a este mundo y vida glorificada eterna. Los pastores fueron a la cueva de Belén y encontraron al Niño en brazos de su Madre; Juan fue al sepulcro y lo encontró vacío. La fe tiene su origen tanto en los pastores como en Juan: “aquí tenéis la señal, encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. “Juan fue al sepulcro, vio y creyó”. Los pastores creyeron en el pesebre; Juan creyó ante el sepulcro vacío. ¿Dónde está la fe verdadera? Juan creyó precisamente cuando no vio a Cristo; se realizó en él el dicho del Evangelio: “Dichosos los que creen sin ver”. Dios nos sorprende como a Juan en cualquier momento, siempre que nos dejemos sorprender por Él. Juan es el testigo de la resurrección. Nos dejó el relato de Jesús en el cuarto Evangelio, un Evangelio lleno de grandes sorpresas. Lo principal es la figura de Jesús, “el que no estaba allí; ha resucitado”. Por eso vio y creyó. A.C.P.