Evangelio 13 de marzo
Lectura del santo evangelio según san Juan (8,1-11):
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos.
Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»
Ella contestó:
«Ninguno, Señor.»
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
Palabra del Señor
Comentario
Una mujer humillada - sorprendida en adulterio- corre el riesgo de ser apedreada en el centro de la plaza pública: Una multitud hipócrita y cruel la rodea. Jesús parece distante; Jesús parece distante, pero los escribas y fariseos quieren comprometerle. La palabra de Jesús es lapidaria: “El que de vosotros esté sin pecado, lance la primera piedra”… En la plaza, después de que Jesús exprese esta sentencia, solo quedan Él y la mujer. Como dice San Agustín, solo quedan “la miseria y la misericordia”. Este episodio es una advertencia contra la hipocresía; una llamada a ser misericordiosos como el Padre del Cielo… A lapidar el pecado, no al pecador.