Evangelio 14 de Diciembre
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,16-19):
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado." Porque vino Juan, que ni comÃa ni bebÃa, y dicen: "Tiene un demonio." Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahà tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabidurÃa de Dios.»
Comentario
No siempre somos capaces de reconocer lo que tenemos delante. Es una lamentable miopÃa, porque las grandes realidades de la vida, las cosas más bonitas, necesitan una mirada profunda, no se identifican a primera vista; de modo que podemos tener muy cerca preciosos tesoros que harÃan nuestra vida más rica y no ser conscientes. Suele ocurrir que estas esencias son invisibles a los ojos, como decÃa aquel escritor francés. Una de ellas es la fe. Jesús hoy nos advierte de este peligro cuando le preguntan si Él es el mesÃas, el que tenÃa que venir. ¡Precisamente se lo preguntan a Él! En la respuesta, Jesús recuerda que no todos han sido reconocidos; ni el profeta ElÃas -del que nos habla hoy el libro del Eclesiástico en el capÃtulo 48-; ni Juan el Bautista, encarcelado y ejecutado; ni el propio Jesús, que adelanta su rechazo, pasión y muerte en cruz. El breve relato del evangelio invita a superar la tentación de un mesianismo glorioso y fácil, animando a los discÃpulos a comprender con Jesús el camino de la obediencia a la voluntad del Padre. Para Mateo, el sufrimiento y la gloria de Jesús son dos dimensiones inseparables de su acción redentora. Pero volviendo a la reflexión inicial, ni muchos hombres ni mujeres de entonces reconocieron a ElÃas, ni a Juan el Bautista, ni al propio Jesucristo. ¿Hoy es diferente? Estamos en el ecuador del Adviento, el tiempo va pasando. Te propongo en tu oración personal de hoy que reces con esta petición: Señor que te vea, mejor dicho, que te reconozca en las realidades de la vida, de mi vida, en las que tú estás presente. El que sà lo vio claro es el gran mÃstico que hoy recordamos, San Juan de la Cruz. Y lo expresó muy bellamente con el don de la escritura que el Señor le concedió. ¡Oh llama de amor viva que tiernamente hieres, de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya si quieres, ¡rompe la tela de este dulce encuentro! Vuestro hermano en la fe: Juan Lozano, cmf.