Evangelio 1 de septiembre
Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,16-30):
En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se habÃa criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta IsaÃas y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El EspÃritu del Señor está sobre mÃ, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, para anunciar el año de gracia del Señor.» Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenÃa los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oÃr.» Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salÃan de sus labios. Y decÃan: «¿No es éste el hijo de José?» Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquà en tu tierra lo que hemos oÃdo que has hecho en Cafarnaún.» Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel habÃa muchas viudas en tiempos de ElÃas, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el paÃs; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado ElÃas, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos habÃa en Israel en tiempos del profeta ElÃseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oÃr esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.